viernes, 17 de julio de 2020

QUE EL ALCALDE ABRA LOS OJOS

    Aún quedaban tres años para que fuera alcalde, pero como en una suerte de flashforward, Alejandro Amenábar ya alumbró lo que iba a ocurrir 23 años después en una escena mítica del cine español. No sería en Madrid, como así lo grabó el director y guionista. La escena de una calle tan céntrica como vacía de vida pasaría de la ficción a la realidad en Málaga.

    La pandemia provocada por el coronavirus ha dejado a su paso muchas consecuencias, de las que ya se han escrito mil artículos de distinto signo político. No obstante, prácticamente todos coinciden en un análisis muy evidente: la crisis sanitaria dejará a su paso una crisis económica y otra social. Así es y así de dará en todas las ciudades del territorio español, si bien, la incidencia de estas crisis serán muy distinta dependiendo del modelo que tenga cada una de ellas. Málaga no será de las más afortunadas, y su centro histórico, sin vecinos que reactiven el consumo local, menos aún.

    Como si de un azucarillo en un sombra (café típico de Málaga) se tratase, la identidad malagueña de nuestro centro se está diluyendo hasta quedar en nada. La causa deviene de que de los aproximadamente 575.000 habitantes que tiene la capital de la Costa del Sol, en su centro sólo hay empadronadas unas 4.300 personas, no porque vivir en el centro no sea atractivo, de hecho, es casi romántico, sino porque los han echado. El Partido Popular ha echado a los vecinos y vecinas del centro apostando por un modelo de ciudad para que sea disfrutada por los turistas. Los malagueños y malagueñas estamos para otras cosas, nuestro modelo productivo no nos lo permite. 

    Vivir en el centro durante estos días, incluso pasear por él, por un centro sin vecinos y sin la amalgama de turistas propia de nuestra ciudad, debe parecerse a ser Eduardo Noriega en "Abre los ojos". ¿Recuerdan al actor caminando por la Gran Vía? (aquí la escena) Podría haberse hecho un "remake" de la película de Amenábar en estos días pasados en prácticamente cualquier calle del centro de Málaga.



    La pandemia pasará, los turistas volverán a llenar las calles de Málaga, dormirán en sus pisos turísticos, esos que otrora fueran de los padres o abuelos de algún malagueño que ahora vive en el extrarradio, pero Málaga ya no sabe a Málaga. Posiblemente, a alguno de esos malagueños que viven en el extrarradio, le hubiese gustado vivir en esos pisos céntricos. Seguramente tendría recuerdos de niñez, pero la falta de descanso provocada por el interminable ruido de las noches de fiesta que se acumulaban en su calle hacían de su día a día un infierno. ¡Los hosteleros tienen derecho a ganarse la vida con sus negocios!, decía el alcalde. Pero ¿dónde quedaba el derecho al descanso de este vecino? 

    Otra malagueña, cuyos padres no vivieron en el centro, siempre quiso ir a vivir allí, atraída por su historia, por el ambiente que conoció cuando era pequeña, por el recuerdo que tenía de los paseos que daba con sus padres por Calle Larios, por Alcazabilla, por la Plaza de la Merced. Ellos siempre se paraban a saludar a algún conocido que vivía cerca de estos emblemáticos lugares. Se lo planteó en más de una ocasión, pero las cuentas no le salían. El alquiler había subido un 50% en los últimos cinco años. ¿Qué malagueña de bien podría permitírselo?. Terminó por asumir que no era posible y por ver el lado bueno de las cosas, ¿para qué quería vivir allí si no había nadie a quien saludar como hacían sus padres? La gente de Málaga siempre ha sabido encontrar consuelo, aunque su situación no sea la que merecen. Llevan haciéndolo desde el 17 de junio de 1995.

    En estos días, tras el confinamiento, el mármol de los suelos y el silencio de las calles otorgaban al centro ciertas similitudes con un panteón funerario. Las flores se encuentran en esos puestos oxidados, como si fueran un símbolo de un pasado mejor. La fallecida es la propia identidad de Málaga que día a día late más débil... 

    Tan sólo quedaría esperar a que Francisco de la Torre imite a Eduardo Noriega y termine por abrir los ojos, pero el alcalde está obsesionado con ganar el Goya. Una lástima. Habrá que esperar a que la película de Amenábar tenga 26 años. Quizá en 2023 otro centro sea posible. Quizá quienes tienen que abrir los ojos son los malagueños y malagueñas.